Por Riversson
Durante más de cuatro décadas he caminado escenarios, sintiendo el calor de la luz cenital y el silencio expectante del público antes de un truco. Pero nada me había preparado para lo que experimenté dentro de La Mansión.
Este no es un espectáculo de magia tradicional. No hay telón, ni butacas alineadas, ni aplausos al final. La Mansión es un espacio vivo, una casa encantada que se convierte en organismo escénico y te envuelve por completo. Cuando cruzas su umbral, no entras a una función: entras a otra realidad.
Una experiencia de inmersión total
La idea nació durante la pandemia, cuando los teatros cerraron y la incertidumbre nos obligó a reinventarnos. Junto a mi compañero de vida —actor, arquitecto y creador— comenzamos a dar forma a una casa que respirara magia desde sus cimientos.
Solo ocho personas por función. Ocho almas dispuestas a dejarse llevar. Dos anfitriones los reciben: uno humano… y el otro, yo, un eco del pasado. Mi personaje, con más de 150 años, guarda secretos que solo se revelan en la penumbra. Desde el primer minuto, se desdibuja la frontera entre ficción y realidad. Aquí, todos están dentro de la historia.
La magia al servicio del drama
En La Mansión, la magia no se presenta como número, sino como lenguaje narrativo. Cada efecto está integrado en la dramaturgia con coherencia simbólica: un retrato que desaparece, una urna que late con sangre, un reloj que revela la hora exacta de nacimiento de un visitante sin previo contacto. Nada está puesto al azar.
Los efectos no buscan el asombro por sí mismo. Buscan provocar emoción, miedo, ternura, reflexión. La magia se convierte en teatro. En algo íntimo. En algo que se queda contigo.
Obsesión por el detalle
Para lograr esta atmósfera, cuidamos cada elemento. Las voces del pasado, los olores, la luz ritual, los mecanismos secretos… todo ha sido creado para que el espectador no vea “trucos”, sino manifestaciones.
Y a veces, el espectador no aplaude. A veces llora. O simplemente permanece en silencio, procesando lo vivido. Porque fue parte de algo que no se puede explicar, solo sentir.
Un nuevo camino para la magia
La Mansión no pretende ser un modelo, pero sí una prueba de que la magia puede ir más allá del espectáculo. Puede ser sensorial, teatral, emocional. Puede contar historias que toquen el alma.
Muchos magos me preguntan: ¿cómo logras que los efectos sean tan creíbles? Y yo siempre respondo: porque no los muestro como trucos… los susurro como si fueran memorias.
Tal vez ese sea el camino. Menos artificio, más verdad. Menos aplauso, más estremecimiento.
Y a ti, que estás leyendo esto…
Si amas la magia, si la practicas o simplemente la admiras, te invito a hacerte una pregunta:
¿Y si tus efectos no fueran demostraciones, sino relatos vivientes?
¿Y si tus cartas hablaran de ti, y tu acto final no buscara ovación, sino conmoción?
La Mansión fue, para mí, una transformación. Y quizás también sea un espejo: para recordarnos que la magia más poderosa no es la que se explica… sino la que se siente.